Había una vez un gatito anaranjado llamado Lois que vivía en una acogedora casa con su ama, Karen. Un día, mientras se preparaba para disfrutar de su comida, un pequeño ratón apareció de repente. «¿Qué haces aquí, pequeña criatura?», preguntó Lois. El ratón, con una voz temblorosa, respondió: «Es mi comida, yo llegué primero». Lois, sorprendido, decidió llamar a Karen para que resolviera el conflicto. «¡Karen, ayuda! Un ratón está aquí para devorar mi comida!», gritó el gatito. Karen, confundida, corrió a ver qué sucedía, pero al llegar, notó que la comida de Lois ya no estaba y el ratón había desaparecido.
Al día siguiente, después de haber sido castigado por llamar la atención, Lois se despertó decidido a encontrar al pequeño ratón y convertirse en su amigo. Buscó por toda la casa, pero no había rastro del ratón. Desanimado, Lois se encontró con un gato negro llamado Billy. Al contarle sobre su búsqueda, Billy se emocionó y decidió ayudar a Lois a buscar al ratón. Juntos, durante cinco días, recorrieron cada rincón de la casa, hasta que finalmente dieron con el pequeño ratón escondido detrás de una caja.
Los tres se hicieron grandes amigos y comenzaron a vivir divertidas aventuras juntos, explorando la casa y descubriendo lugares secretos. Sin embargo, un día, Billy llegó muy triste y les confesó que tenía que mudarse a otra ciudad con sus amos. Lois y el ratón se sintieron desconsolados, pero intentaron animar a su amigo. «Conocerás a otros amigos y quizás algún día podamos reunirnos de nuevo», le dijeron con esperanza.
Billy sonrió un poco al escuchar esto y prometió que nunca olvidaría a sus amigos. Se despidieron con un abrazo y un mutuo deseo de volver a encontrarse. Aunque Lois y el ratón se sintieron tristes al principio, sabían que las aventuras que habían compartido siempre vivirían en sus corazones y que la amistad, aunque a veces se vea afectada por la distancia, siempre encontrará la manera de perdurar.
La amistad es un tesoro que brilla con fuerza, incluso a la distancia. Lois, el gatito anaranjado, aprendió que, a pesar de los malentendidos y los conflictos, siempre es mejor buscar la paz y la comprensión. Al principio, Lois pensó que debía defender su comida, pero al final se dio cuenta de que el pequeño ratón solo quería lo que le pertenecía. Al buscarlo y hacer de él un amigo, descubrió que la verdadera alegría radica en compartir y en las aventuras que se viven juntos.
Cuando Billy, el gato negro, tuvo que mudarse, Lois y el ratón se sintieron tristes, pero comprendieron que las amistades pueden resistir el paso del tiempo y la distancia. Las memorias que crearon juntos siempre estarían con ellos, y la promesa de un posible reencuentro les dio esperanza.
Así que recuerda, querido niño: la amistad es un regalo que debemos cuidar y valorar, y aunque a veces se presenten dificultades, siempre es posible encontrar soluciones con amor y comprensión. ¡Nunca olvides que los verdaderos amigos siempre estarán en tu corazón!