En un pequeño pueblo, la abuela Mariví y el abuelo Juan eran conocidos por su habilidad para contar historias mágicas. Una tarde, su nieta Elsa, de ojos grandes y profundos, les pidió que le contaran un cuento. Mariví comenzó a relatar la historia de una princesa valiente que vivía en un reino encantado, mientras Juan añadía detalles emocionantes que hacían que Elsa no pudiera apartar la mirada.
Con cada palabra que salía de los labios de sus abuelos, Elsa se sumergía en un mundo de fantasía y aventuras. Mariví describía con ternura los paisajes mágicos del reino, mientras Juan daba vida a los personajes con su voz llena de emoción. La nieta estaba completamente fascinada por la historia y no podía contener su asombro ante tanta magia y creatividad.
El tiempo pareció detenerse mientras Mariví y Juan continuaban tejiendo la trama del cuento, transportando a Elsa a un lugar donde los sueños se volvían realidad. La pequeña se sentía como la propia princesa de la historia, enfrentando desafíos y descubriendo la importancia del valor y la amistad. Al finalizar el relato, Elsa abrazó a sus abuelos con gran cariño, agradecida por la magia de los cuentos que habían compartido juntos. La abuela Mariví y el abuelo Juan sabían que esos momentos quedarían grabados en el corazón de su nieta para siempre.