Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Clara. A pesar de que tenía un corazón grande y una sonrisa brillante, Clara no se quería como era. A menudo se miraba al espejo y deseaba ser más alta, tener el cabello más lacio y los ojos de un color diferente. Un día, escuchó un rumor sobre una bruja que vivía en el bosque y que tenía un espejo mágico capaz de conceder cualquier deseo.
Con valentía, Clara se adentró en el bosque en busca de la bruja. Tras un largo camino, encontró una cabaña cubierta de musgo. La bruja, con su pelo canoso y una mirada sabia, la recibió con una sonrisa. Clara le pidió que la hiciera más bonita, y la bruja, tras pensarlo un momento, le mostró el Espejo de los Deseos. «Recuerda, pequeña, que la belleza viene de dentro», le advirtió. Pero Clara, cegada por su deseo, solo pudo pensar en cómo quería verse.
La bruja agitó su varita y, en un instante, Clara sintió una extraña sensación. Cuando se miró en el espejo, vio que su apariencia había cambiado: su cabello era lacio y brillante, y sus ojos relucían como estrellas. Sin embargo, al mismo tiempo, notó que su risa había desaparecido, y en su lugar había una sensación de vacío. La bruja, con voz suave, le dijo: «He cumplido tu deseo, pero has perdido lo que te hacía verdaderamente hermosa: tu alegría».
Desesperada, Clara comprendió que la belleza exterior no importaba si no se quería a sí misma. Con lágrimas en los ojos, le pidió a la bruja que le devolviera su verdadera apariencia. La bruja asintió y, con un nuevo giro de su varita, devolvió a Clara su esencia. Al mirarse en el espejo, vio su verdadera belleza, aquella que emanaba de su corazón. Desde aquel día, Clara aprendió a quererse tal como era y a valorar lo que realmente importaba: su bondad, su alegría y su amor por los demás.
La historia de Clara nos enseña una valiosa lección: la verdadera belleza no se encuentra en lo que vemos en el espejo, sino en lo que llevamos dentro. A veces, como Clara, podemos sentirnos insatisfechos con nuestra apariencia y desear ser diferentes. Sin embargo, cuando buscamos cambiar lo exterior, podemos perder lo que realmente nos hace especiales: nuestra alegría, bondad y amor.
La bruja le mostró a Clara que la belleza es más que un rostro bonito; es la luz que brilla en nuestro corazón cuando somos amables y felices. Al final, Clara comprendió que quererse a sí misma era el regalo más importante que podía tener.
Así que recuerda: no importa cómo te veas por fuera, lo que realmente cuenta es cómo te sientes por dentro. Valora tus cualidades, celebra tu autenticidad y siembra alegría a tu alrededor. Cuando aprendas a quererte tal como eres, brillarás de una manera única que nadie puede igualar. La verdadera belleza es ser tú mismo y compartir esa luz con el mundo.