**Ainhoa y el Misterioso Jardín de los Sabores**
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, una niña llamada Ainhoa. Ainhoa era una niña muy alegre que adoraba jugar con sus amigos, hacer manualidades y leer cuentos. Sin embargo, había un pequeño problema: ¡no le gustaba comer! Ainhoa solo quería comer dulces y galletas, y siempre decía que las verduras y frutas eran demasiado aburridas.
Un día, Ainhoa comenzó a sentirse un poco débil. Se cansaba rápidamente al jugar y su estómago a veces le daba pequeños retortijones. Su madre, preocupada, la llevó al médico, quien le explicó que su cuerpo necesitaba una variedad de alimentos para estar sano y fuerte. Ainhoa escuchó atentamente, pero seguía sin querer comer nada más que sus galletas favoritas.
Una mañana, mientras Ainhoa paseaba por el bosque cercano, se encontró con un camino que nunca había visto. Curiosa, decidió seguirlo. Después de caminar un rato, llegó a un lugar mágico: era un jardín lleno de colores brillantes y aromas deliciosos. En el centro del jardín, había una enorme puerta de madera con un letrero que decía: “Jardín de los Sabores”.
Ainhoa empujó la puerta y entró. Allí, se encontró con plantas que tenían frutas que nunca había visto y flores que parecían dulces. Una pequeña hada, con alas brillantes y una sonrisa radiante, se acercó a ella.
—¡Hola! Soy Lila, la guardiana de este jardín —dijo el hada—. Aquí, cada planta tiene un sabor especial y puede ayudarte a sentirte mejor.
Ainhoa miró a su alrededor con asombro. Lila le mostró una planta con fresas que brillaban como joyas.
—Estas fresas son mágicas. ¡Prueba una! Te darán energía para jugar todo el día.
Ainhoa, intrigada, tomó una fresa y la probó. ¡Era la más deliciosa que había comido! Luego, Lila la llevó a probar zanahorias crujientes que sabían a galletas. Ainhoa no podía creer lo que estaba experimentando.
Poco a poco, Ainhoa comenzó a probar diferentes frutas y verduras del jardín. Cada bocado era una nueva aventura de sabores. Se sintió más fuerte y feliz que nunca. Lila le explicó que cada alimento tenía propiedades que ayudaban al cuerpo a crecer y estar sano.
—Si comes de todo, ¡te sentirás como una superheroína! —exclamó Lila.
Ainhoa, emocionada, decidió que quería llevar esos sabores a su casa. Con la ayuda de Lila, recogió algunas semillas mágicas y se despidió del jardín. Cuando regresó a casa, Ainhoa plantó las semillas en su propio jardín y comenzó a cuidar de ellas.
Con el tiempo, su jardín floreció, lleno de frutas y verduras. Ainhoa aprendió a cocinar platos deliciosos con su madre, incorporando los sabores mágicos que había descubierto. Pronto, se sintió más fuerte y llena de energía.
Desde aquel día, Ainhoa no solo disfrutó de los dulces, sino que también amó comer frutas y verduras. Y cada vez que probaba algo nuevo, recordaba su aventura en el Misterioso Jardín de los Sabores.
Y así, Ainhoa creció feliz y saludable, recordando siempre que cada bocado puede ser una nueva aventura. Fin.
**Moraleja:**
El cuento de Ainhoa y el Misterioso Jardín de los Sabores nos enseña que la alimentación es fundamental para nuestra salud y bienestar. A veces, podemos pensar que solo hay un tipo de comida que nos gusta, como los dulces, pero en realidad, el mundo está lleno de sabores sorprendentes y nutritivos que pueden hacernos sentir mejor y más fuertes. Al igual que Ainhoa, debemos ser curiosos y atrevernos a probar cosas nuevas, porque cada alimento tiene algo especial que ofrecer.
Recuerda, una dieta equilibrada no solo ayuda a nuestro cuerpo, sino que también puede ser una aventura emocionante. Al abrirnos a nuevas experiencias, podemos descubrir que lo saludable también puede ser delicioso y divertido. Así que, ¡no tengas miedo de explorar y disfrutar de la diversidad de sabores que la naturaleza nos brinda! Cada bocado puede ser una nueva historia que contar.