Había una vez en la escuela un grupo de niños muy valientes que se juntaban para contar historias. La profesora Alexandra siempre los escuchaba con atención y les enseñaba que no estaban solos, que podían contar sus experiencias y pedir ayuda. Uno de los niños, Yoko, compartió una historia muy triste sobre su tío Rafael, quien había abusado de él. Los demás niños le dieron apoyo y le dijeron que no estaba solo, que podía denunciarlo.
Los pequeños amigos se unieron para buscar información sobre dónde denunciar casos de abuso sexual. Los niños que no habían vivido estas experiencias preguntaron con curiosidad y empatía, querían ayudar a sus amigos. Fue entonces cuando descubrieron la línea 123 del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, un lugar donde podían hacer sus denuncias de forma segura y confidencial.
Con valentía, los niños decidieron que era importante hablar sobre estos temas para protegerse a sí mismos y a sus amigos. La solidaridad y el apoyo entre ellos los hizo sentir más fuertes y seguros. La profesora Alexandra les recordó lo importante que era confiar en los adultos y buscar ayuda cuando lo necesitaran. Juntos, decidieron que no permitirían que el abuso siguiera ocurriendo en su entorno, y que siempre estarían allí para cuidarse unos a otros.