Había un pueblo donde las cabras pastaban tranquilamente en los verdes prados. Sin embargo, una sombra acechaba a las criaturas indefensas: el temible chupacabras, un ser misterioso que se alimentaba de su sangre. Los lugareños temblaban al escuchar los aterradores relatos de las cabras desaparecidas en la oscuridad de la noche.
Un valiente niño llamado Pedro decidió enfrentar al chupacabras y proteger a las cabras de su pueblo. Con valentía, preparó trampas y vigiló durante las noches, dispuesto a atrapar al devorador de cabras. Una madrugada, escuchó un extraño aullido y vio brillar unos ojos rojos en la distancia. Era el chupacabras, acercándose sigilosamente a las cabras.
Pedro actuó rápidamente y logró atrapar al chupacabras en una red. El ser misterioso luchaba por liberarse, pero el niño no retrocedió. Con firmeza, lo llevó ante los lugareños, quienes, al ver al temido chupacabras capturado, sintieron alivio y gratitud hacia el valiente Pedro. Desde aquel día, las cabras pastaban en paz y el pueblo celebraba la valentía del niño que derrotó al devorador de cabras.