En la ciudad de El Cairo vivía un zapatero llamado Maruf, conocido por su excelente trabajo y simpatía. Sin embargo, un día la suerte pareció darle la espalda y sus clientes escasearon, dejándolo sin trabajo ni dinero para comprar comida. Después de esperar en vano en su tienda, decidió embarcarse en un gran navío como restaurador de velas, solo para verse atrapado en una tormenta que lo llevó al naufragio.
Maruf logró salvarse y llegar a una playa, donde encontró una mula con lujosa montura y un traje elegante en las alforjas. Sin dueño a la vista, decidió cambiar sus harapos por las finas ropas y montar la mula hacia la ciudad cercana. Al llegar al zoco, los mercaderes lo confundieron con un adinerado comerciante extranjero y lo recibieron con honores, incluso el síndico de los mercaderes lo invitó a un banquete en su casa.
Asombrado por la repentina fortuna que le sonreía, Maruf disfrutó del banquete y de la hospitalidad de los mercaderes. Al final de la velada, el síndico le propuso asociarse en un negocio de exportación de zapatos a otras ciudades, gracias a la reputación y el prestigio que Maruf había adquirido en poco tiempo. El zapatero afortunado aceptó la propuesta, agradecido por la oportunidad que el destino le había brindado. Y así, Maruf pasó de remendar babuchas en su humilde tienda a convertirse en un exitoso comerciante gracias a su buena fortuna.