En un pequeño rincón de la selva amazónica, donde el Susurro del Río danzaba entre las piedras, vivía una comunidad de asháninka. Sus habitantes eran conocidos por su sabiduría y amor por la naturaleza. Cada mañana, los niños se reunían alrededor de la abuela Tikari, quien les contaba historias sobre el río y los secretos que guardaba en sus aguas.
Un día, Tikari les habló sobre la importancia de escuchar al río. «El río habla con sus suaves murmullos», dijo, «y nos enseña a vivir en armonía con la tierra.» Intrigados, los niños decidieron aventurarse hasta la orilla. Allí, se sentaron en silencio, cerraron los ojos y prestaron atención. Al poco tiempo, comenzaron a escuchar el suave murmullo del agua, que parecía contarles historias de animales, plantas y el ciclo de la vida.
Mientras escuchaban, una pequeña tortuga se acercó y les habló: «Soy Tula, guardiana de este río. Cada corriente de agua es un mensaje de la naturaleza. Si aprenden a escuchar, entenderán cómo cuidar el bosque y a todos sus habitantes.» Los niños, emocionados, prometieron prestar atención y proteger su hogar. Aprendieron que el Susurro del Río no solo era un sonido, sino un valioso maestro que guiaba a todos hacia un futuro brillante.
Desde aquel día, los niños asháninka compartieron lo que habían aprendido. Juntos plantaron árboles, cuidaron de los animales y sembraron semillas de amor por la naturaleza. Y así, el Susurro del Río continuó fluyendo, llevando consigo la sabiduría de los asháninka y el eco de risas infantiles, recordándoles siempre la importancia de escuchar y cuidar su hogar.
**Moraleja:**
En la selva amazónica, los niños asháninka aprendieron que el Susurro del Río no solo es un sonido, sino un maestro que nos habla a través de la naturaleza. Tikari, la sabia abuela, les enseñó que al cerrar los ojos y escuchar con atención, podían comprender los secretos del mundo que les rodea. La tortuga Tula les mostró que cada corriente de agua trae mensajes importantes sobre cómo cuidar el bosque y a todos sus habitantes.
Así, los niños entendieron que la naturaleza es un gran libro lleno de historias y enseñanzas. Al escuchar y respetar lo que el río les decía, se convirtieron en guardianes de su hogar, plantando árboles y cuidando de los animales. Aprendieron que cada acción cuenta y que, juntos, pueden hacer una gran diferencia.
La moraleja de esta historia es que siempre debemos prestar atención a nuestro entorno y aprender de él. La naturaleza nos ofrece valiosas lecciones sobre el amor, el cuidado y la armonía. Si escuchamos y actuamos con respeto, podremos proteger nuestro hogar y asegurar un futuro mejor para todos.