En una noche estrellada, cuando la luna brillaba como un faro en el cielo, un pequeño duende llamado Lúgubre se encontraba en el antiguo cementerio de su aldea. Era un lugar donde las sombras danzaban entre las lápidas, y el viento susurraba secretos olvidados. Lúgubre, con su piel verde y sus orejas puntiagudas, era conocido por su risa contagiosa, pero aquella noche, el silencio lo envolvía todo.
Los otros duendes siempre le advertían que no se acercara al cementerio al caer la noche, pues había un hechizo que lo cubría de inmobilidad. Sin embargo, su curiosidad fue más fuerte que el miedo. Al caminar entre las tumbas, un escalofrío recorrió su espalda y, de repente, se sintió extraño. El aire se tornó denso y, sin darse cuenta, sus pies quedaron pegados al suelo. Lúgubre intentó moverse, pero no pudo. El silencio lo abrazaba, y la luna observaba desde arriba.
Mientras Lúgubre luchaba por liberarse, comenzó a escuchar murmullos. Las estrellitas, que antes brillaban alegremente, ahora parecían contar historias de duendes que se habían perdido en la oscuridad. «No temas», decía una voz suave. Era el espíritu de un antiguo duende que había quedado atrapado por el mismo hechizo. «Debes encontrar la luz en tu interior y recordar la alegría que te define. Solo así podrás romper el silencio eterno».
Con una chispa de esperanza, Lúgubre recordó las risas compartidas con sus amigos y el brillo de la naturaleza que le rodeaba. Cerró los ojos, respiró profundo y dejó que la alegría fluyera en su corazón. De repente, sintió cómo el hechizo se desvanecía. Con un salto, se liberó y corrió hacia la salida del cementerio, dejando atrás el silencio y llevando consigo el eco de la risa que nunca olvidaría. Desde entonces, Lúgubre comprendió que, aunque la noche pudiera ser oscura, siempre habría luz en su interior.
La historia de Lúgubre nos enseña que la curiosidad puede llevarnos a situaciones inesperadas, pero siempre debemos recordar la luz que llevamos dentro. A veces, el miedo nos puede paralizar, como le ocurrió al pequeño duende en el cementerio. Sin embargo, cuando enfrentamos nuestros temores y buscamos la alegría que nos rodea, podemos encontrar el camino de regreso a la libertad.
La verdadera magia radica en nuestra capacidad de recordar momentos felices y en el poder de la risa, que puede iluminar incluso las noches más oscuras. Al igual que Lúgubre, todos enfrentamos desafíos y momentos de soledad, pero nunca debemos olvidar que dentro de nosotros reside un brillo especial.
Así que, cuando sientas que la tristeza o el miedo te envuelven, busca en tu corazón las risas y los recuerdos de las personas que amas. Esa luz interior te guiará a través de la penumbra, recordándote que la alegría siempre puede vencer a la oscuridad. La moraleja es clara: no permitas que el miedo te detenga; enciende la luz de tu alegría y sigue adelante, porque siempre hay esperanza en tu interior.