El Jardín de los Tangles: Historias entre Líneas

**El Jardín de los Tangles: Historias entre Líneas**

En un rincón mágico del mundo, donde las nubes danzaban al compás del viento, se encontraba el Jardín de los Tangles. Este lugar era especial; cada hoja, cada flor y cada piedra estaban llenas de intrincados dibujos, zentangles que parecían cobrar vida con cada rayo de sol.

El jardín estaba habitado por unos seres muy peculiares: los Tangles. Eran pequeños personajes hechos de líneas y patrones, cada uno con su propio diseño. Había un Tangle que se llamaba Ziggy, con formas en espiral que lo hacían parecer un remolino. Su mejor amiga, Lila, era una Tangle con flores de colores que brotaban de su cabeza como si fueran una corona.

Un día, mientras Ziggy y Lila exploraban el jardín, encontraron un viejo libro de cuentos. Estaba cubierto de polvo, pero cuando lo abrieron, las páginas empezaron a brillar. “¡Mira, Lila! ¡Las historias están vivas!” exclamó Ziggy emocionado.

Ambos decidieron entrar en el libro. Al instante, fueron transportados a un mundo lleno de aventuras. Allí conocieron a un Tangle llamado Rayo, que tenía líneas rectas y rápidas, como un relámpago. “¡Hola! Estoy buscando la Línea Dorada, un camino que se dice que lleva a la felicidad”, dijo Rayo con entusiasmo.

“¡Podemos ayudarte!” dijo Lila. Juntos, comenzaron a seguir las pistas que el libro les ofrecía. Cada pista estaba escondida entre los zentangles del paisaje: un árbol que se retorcía en espirales, un río que fluía en zigzag, y montañas que parecían dibujos en 3D.

Mientras avanzaban, se encontraron con una Tangle llamada Pinta, que tenía manchas de colores brillantes. “¿Pueden ayudarme? He perdido mi pincel mágico y no puedo pintar el arcoíris”, sollozó Pinta. Ziggy, Lila y Rayo decidieron ayudarla. Juntos buscaron entre los dibujos del jardín hasta que encontraron el pincel escondido detrás de una flor en espiral.

Pinta, agradecida, les regaló un poco de su color. “Con esto, podrán ver el mundo de otra manera”, dijo, mientras les daba un toque de arcoíris. Con los nuevos colores, continuaron su búsqueda de la Línea Dorada, encontrando más amigos en el camino, como Sombra, que se movía como sombras danzantes.

Finalmente, tras muchas aventuras y risas, llegaron a un puente brillante hecho de líneas doradas. “¡Lo encontramos!” gritaron al unísono. Al cruzar el puente, descubrieron que la verdadera felicidad estaba en todos los momentos compartidos y las amistades forjadas en el camino.

Cuando regresaron al Jardín de los Tangles, el libro de cuentos se cerró suavemente, y Ziggy, Lila, Rayo y Pinta se miraron, riendo y recordando sus aventuras. Desde entonces, el Jardín de los Tangles nunca dejó de vibrar con historias nuevas, porque cada día era una nueva oportunidad para crear y soñar.

Así, en el Jardín de los Tangles, las historias siempre estaban entrelazadas, y los Tangles aprendieron que la magia estaba no solo en los cuentos, sino en la amistad y la creatividad.

Moraleja:

**Moraleja:**

En el Jardín de los Tangles, Ziggy, Lila, Rayo y Pinta aprendieron que la verdadera felicidad no se encuentra en un destino lejano, sino en los momentos compartidos y en las amistades que forjamos en el camino. Cada aventura que vivieron, cada risa y cada acto de ayuda, les enseñó que la magia reside en la creatividad y en el amor que se da y se recibe.

Cuando ayudaron a Pinta a encontrar su pincel, no solo le devolvieron su color, sino que también llenaron su propio corazón de alegría. Al cruzar el puente dorado, se dieron cuenta de que la felicidad está hecha de pequeñas cosas: risas, apoyo mutuo y la belleza de los sueños compartidos.

Así que, cuando explores tu propio jardín, recuerda que lo más importante es disfrutar del viaje y valorar a quienes te rodean. La amistad y la creatividad son los verdaderos tesoros que nos acompañan en nuestras aventuras, y juntos podemos hacer de este mundo un lugar lleno de color y magia.

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