En un pequeño pueblo, había un lugar mágico llamado El Jardín de los Sueños Sanos. Este jardín estaba lleno de flores de mil colores y árboles frutales que daban los más deliciosos manjares. Cada planta tenía un poder especial que ayudaba a los niños a mantener su salud y a soñar con cosas maravillosas. Allí, cada día, un grupo de niños se reunía para escuchar los cuentos que el sabio anciano del pueblo contaba.
Un día, el anciano habló de la Flor de la Alegría, que crecía en el centro del jardín. Dijo que esta flor tenía el poder de hacer reír a quienes la olfateaban. Los niños, emocionados, decidieron buscarla. Mientras recorrían el jardín, se encontraron con la Fruta de la Amistad, que solo crecía en pareja. Los niños aprendieron que compartir y cuidar de sus amigos era fundamental para estar sanos y felices.
Finalmente, llegaron a la Flor de la Alegría, y al respirar su dulce aroma, todos comenzaron a reírse sin parar. La risa llenó el aire y las mariposas danzaban a su alrededor. El anciano sonrió al ver la felicidad en los rostros de los niños y les dijo que la risa era un remedio poderoso para el alma. Ese día, los niños comprendieron que el cuidado de su salud no solo dependía de comer bien, sino también de ser felices y estar rodeados de amigos.
Desde entonces, el Jardín de los Sueños Sanos se convirtió en su lugar favorito. Cada tarde, volvían a jugar, a reír y a compartir historias. Y así, aprendieron que, en la vida, lo más importante es cultivar la alegría, la amistad y la salud, porque esos son los verdaderos tesoros que nos acompañan siempre.
**Moraleja:**
En el Jardín de los Sueños Sanos, los niños descubrieron que la verdadera felicidad no se encuentra solo en lo que comemos o en los lugares que visitamos, sino en las risas compartidas y la amistad que cultivamos. La Flor de la Alegría les enseñó que reír es un remedio poderoso para el alma y que, al cuidar a nuestros amigos y disfrutar de su compañía, fortalecemos nuestro corazón y nuestra salud.
La Fruta de la Amistad les recordó que, para crecer felices, es esencial compartir y estar siempre dispuestos a ayudar a quienes nos rodean. Así, aprendieron que la alegría se multiplica cuando se comparte y que cada risa es un paso hacia una vida más plena.
Por eso, en el camino de la vida, nunca olviden que los momentos de felicidad, el amor y la amistad son los verdaderos tesoros que debemos cultivar. Al final del día, lo que realmente cuenta son las risas, los abrazos y las historias que creamos juntos. Recuerden siempre: cuidar de nuestra salud es tan importante como llenar nuestro corazón de alegría y amistad.