**El Gran Desafío del Pollo**

Era un soleado día de primavera y en la casa de Eimei17, Mateo y su loro Pepe, todos estaban muy emocionados por el almuerzo. Sin embargo, había un pequeño problema: ¡no les gustaba la idea de comer pollo! Mientras mamá preparaba la comida en la cocina, los tres amigos hicieron un plan secreto para escapar de la mesa. “No podemos dejar que nos obliguen a comer pollo”, susurró Eimei17, con una mirada desafiante.

Cuando mamá llamó a la mesa, Eimei17, Mateo y Pepe se escondieron detrás del sofá. Pero mamá, con un gran sentido del humor, los encontró rápidamente. “¡A la mesa, pequeños traviesos!”, exclamó. Los tres se sentaron, pero sus caras mostraban una gran resistencia. Mamá, con mucha paciencia, decidió que lo mejor sería alimentarlos con cucharas. “No se preocupen, solo será un bocado”, les decía, mientras intentaba que probaran un poco de pollo.

Pero Eimei17 y Mateo estaban decididos a no comer. ¡Hasta Pepe, el loro, empezó a hacer ruidos divertidos para distraer a mamá! Cada vez que mamá levantaba la cuchara, ellos hacían una pequeña acrobacia, saltando de sus sillas. Mamá, entre risas y un poco de frustración, les ofreció tres platos diferentes, llenos de pollo preparado de mil maneras. “¡Si no comen hoy, tendrán que comer pollo durante 17 días seguidos!”, les advirtió, con una sonrisa traviesa.

Al escuchar eso, los tres amigos se miraron con horror. “¡Nooooo!”, gritaron al unísono, y en un momento de pura comedia, se desmayaron sobre la mesa, como si el pollo fuera un monstruo terrible. Mamá no pudo evitar reírse a carcajadas. “Está bien, será una aventura, pero no se preocupen, ¡no comerán pollo cada día!”. Así, entre risas y juegos, la hora de la comida se convirtió en un momento divertido y especial para todos. ¡Y así, el Gran Desafío del Pollo terminó en una gran risa!

Moraleja:

**Moraleja:**

A veces, las situaciones que parecen difíciles pueden convertirse en momentos divertidos si aprendemos a enfrentar nuestros miedos con humor y creatividad. Mateo, Eimei17 y Pepe pensaron que el pollo era un monstruo aterrador, pero en lugar de huir, decidieron hacer reír a su mamá. La risa y la diversión transformaron un almuerzo temido en una aventura inolvidable.

Es importante recordar que no siempre tenemos que estar de acuerdo con lo que nos proponen, pero también es esencial abrirnos a nuevas experiencias. Al final, lo que parecía ser un gran problema se convirtió en una oportunidad para compartir risas y cariño en familia. Así, aprendieron que, incluso si algo no nos gusta al principio, podemos encontrar alegría en el camino y, a veces, eso es lo más valioso de todos. ¡No temas probar cosas nuevas, porque cada bocado puede traer consigo una sorpresa!

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