**El Estrambótico Consejo del Campo**

En un tranquilo rincón del campo, un grupo de animales muy peculiares se reunió en el granero del granjero Pedro. Allí estaban Rabo, el conejo orejón y burlón, que siempre hacía reír a todos; Pipo, el perro cascarabias, que siempre se quejaba de todo; Lila, la paloma presumida, que no paraba de alardear de sus plumas; y Gato, un travieso felino que no podía resistir la tentación de comer todo lo que encontraba a su paso. El granjero Pedro, un hombre paciente y sabio, observaba todo desde su rincón, listo para ayudar.

Un día, Rabo decidió jugar una broma a Lila, escondiendo su espejo favorito en un arbusto. Al darse cuenta de que no podía admirar su reflejo, Lila se enfadó mucho y acusó a Rabo de ser un bromista. Mientras tanto, Pipo se quejaba de que nadie lo escuchaba y Gato, en su afán de encontrar algo delicioso, había comenzado a comer las semillas del granero. La tensión creció y los animales comenzaron a pelear entre ellos, olvidando la amistad que los unía.

El granjero Pedro, al ver el alboroto, decidió intervenir. Con su voz tranquila, les dijo: “Queridos amigos, el campo es un lugar de alegría, pero también de respeto. Si seguimos peleando, perderemos lo que más queremos: nuestra amistad.” Los animales se miraron, y poco a poco, comenzaron a calmarse. Rabo se disculpó con Lila, y Pipo admitió que, a veces, era demasiado quejumbroso. Gato, al escuchar la sabiduría del granjero, prometió no volver a comer sin permiso.

Finalmente, los amigos se unieron para encontrar el espejo de Lila y, al mismo tiempo, Gato se encargó de cuidar las semillas. Juntos, aprendieron que la diversión no está reñida con el respeto y la amistad. Desde aquel día, el Estrambótico Consejo del Campo se convirtió en un lugar donde la risa y la colaboración siempre reinaban, y el granjero Pedro sonreía al ver cómo sus animales se habían hecho más unidos.

Moraleja:

En el tranquilo rincón del campo, los animales aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de la amistad y el respeto. Aunque cada uno tenía su personalidad única, las diferencias no debían separarlos. Rabo, el conejo burlón, comprendió que jugar bromas a veces puede herir los sentimientos de otros. Lila, la paloma presumida, se dio cuenta de que no siempre es necesario alardear, y que la verdadera belleza se encuentra en el corazón. Pipo, el perro cascarabias, entendió que quejarse no ayuda a resolver los problemas; es mejor buscar soluciones juntos. Gato, el travieso felino, aprendió a pedir permiso antes de tomar lo que no era suyo.

El granjero Pedro, con su sabiduría, les enseñó que la risa y la diversión son importantes, pero no deben ir acompañadas de peleas y desconfianza.

Así, los amigos se unieron para resolver sus conflictos, convirtiendo su granero en un lugar de alegría y colaboración. La moraleja es clara: la amistad se nutre del respeto y la comprensión. Cuando trabajamos juntos, nuestras diferencias pueden convertirse en fortalezas, y la diversión se vuelve aún más hermosa. ¡Cuida tus lazos y nunca dejes que nada los rompa!

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