Vera era una niña muy curiosa y observadora. Una mañana, al llegar a Pureza de María, vio un enjambre de abejas en un árbol cercano a la entrada. Sin dudarlo, corrió emocionada a contarle a su profesor Gustavo y a sus amigos lo que había descubierto. Todos se acercaron con cautela para observar a las abejas en su actividad frenética.
El profesor Gustavo decidió llamar a un apicultor para que ayudara a trasladar con cuidado la colmena a un lugar seguro. Mientras tanto, Vera y sus amigos aprendieron sobre la importancia de las abejas en la naturaleza y cómo debían respetar su hábitat. Juntos, prepararon un pequeño cartel para concienciar a todos en el colegio sobre la importancia de proteger a estos valiosos insectos.
Finalmente, el apicultor logró trasladar el enjambre a un lugar seguro donde las abejas pudieran seguir con su labor de polinización sin molestar a nadie. Vera y sus amigos se sintieron felices de haber ayudado a las abejas y de aprender una importante lección sobre el respeto y cuidado de la naturaleza. Desde entonces, cada vez que veían una abeja zumbando por el colegio, recordaban con cariño la aventura del enjambre en Pureza de María.