Era un día soleado en el parque, y eimei17 decidió organizar un emocionante juego de escondidas con sus amigos, Lía y Tomás. Antes de que comenzara la partida, eimei17, con una sonrisa traviesa, les propuso un desafío: «¡El que pierda deberá compartir su almuerzo con Pepe, el loro, y con Misifu, el gato!» Lía y Tomás se miraron sorprendidos, pero aceptaron el reto. ¡Nadie quería que Pepe y Misifu se quedaran sin su comida favorita!
Los tres amigos se escondieron tras árboles, bancos y arbustos, riendo en silencio mientras contaban hasta veinte. eimei17 fue la primera en encontrar a Lía, que se había escondido detrás de un gran árbol. Luego, juntos buscaron a Tomás, que estaba muy bien escondido detrás de un banco. Cuando finalmente lo encontraron, todos rieron a carcajadas y se sintieron felices por la diversión que habían tenido.
Sin embargo, al recordar el desafío, Tomás hizo pucheros. «No quiero compartir mi sándwich de jamón con un loro o un gato», se quejó. Lía, que siempre tenía buenas ideas, sugirió: «¿Y si hacemos un picnic para todos? Así, Pepe y Misifu también tendrán su comida, y nosotros comeremos lo que traímos». eimei17 brilló al escuchar la propuesta, y en un instante, todos se pusieron a recoger su almuerzo.
Así, en el césped del parque, organizaron un picnic lleno de risas. Compartieron sus sándwiches, frutas y galletas, mientras Pepe picoteaba su comida y Misifu se acomodaba cerca, disfrutando del sol. Al final del día, eimei17, Lía y Tomás aprendieron que compartir no solo era divertido, sino que también hacía que la aventura fuera mucho más deliciosa. ¡Y así, todos se fueron a casa con el corazón lleno y un gran sabor de amistad!
Moraleja:
A veces, las mejores aventuras surgen de la idea de compartir. En el juego de escondidas, eimei17 y sus amigos se enfrentaron a un reto que, al principio, parecía molesto. Sin embargo, Lía tuvo la brillante idea de convertir la obligación de compartir en un picnic, donde todos, incluidos Pepe el loro y Misifu el gato, pudieron disfrutar de la comida y la compañía.
La experiencia les enseñó que compartir no solo alivia la carga de lo que tenemos, sino que también multiplica la alegría. Cuando se comparte, el sabor de la comida se enriquece con risas y buenos momentos. Así, comprendieron que la amistad se fortalece al compartir, y que dar es tan gratificante como recibir.
Recuerda, querido niño: al compartir, no solo haces felices a los demás, ¡también haces que tus momentos sean inolvidables! La verdadera riqueza está en la alegría que se crea al estar juntos y disfrutar de lo que tenemos. Así que no dudes en compartir, porque la amistad es el mejor regalo que podemos dar.