En el colegio García Lorca, los pequeños brillaban como estrellas. Era un lugar especial, ubicado a la orilla de la ciudad, donde los niños del preescolar pasaban las mejores horas del día. Las increíbles maestras que allí ejercían, Miss Vicky, Miss Mary, Miss Adri y Miss Alma, hacían que cada jornada fuera mágica y llena de aprendizaje.
Cada mañana, los niños llegaban al colegio con una sonrisa en el rostro, listos para descubrir nuevas aventuras. El edificio del colegio estaba rodeado de hermosos jardines, donde podían jugar y explorar la naturaleza. Los salones eran coloridos y acogedores, decorados con dibujos y manualidades hechas por los propios niños.
Miss Vicky era la maestra de arte, siempre animaba a los pequeños a expresar su creatividad a través de la pintura, el dibujo y la escultura. Les enseñaba a apreciar el arte en todas sus formas y a valorar su propia capacidad para crear cosas maravillosas.
Miss Mary era la maestra de música, con su guitarra siempre lista para cantar canciones alegres y enseñarles a tocar instrumentos sencillos. Los niños adoraban las clases de música, donde podían bailar, cantar y sentir la magia de la melodía en sus corazones.
Miss Adri era la maestra de ciencias, les mostraba experimentos sorprendentes que despertaban la curiosidad de los pequeños y les enseñaba a observar y comprender el mundo que los rodeaba. Cada clase era una nueva oportunidad para maravillarse con la ciencia y sus misterios.
Miss Alma era la maestra de literatura, les contaba cuentos fantásticos y los llevaba de viaje a mundos imaginarios a través de la lectura. Los niños se sumergían en las historias y aprendían el valor de la imaginación y la magia de las palabras.
En el colegio García Lorca, cada día era una aventura emocionante. Los niños aprendían, jugaban y crecían juntos, formando lazos de amistad que perdurarían para siempre. En ese lugar especial, los pequeños brillaban como estrellas, guiados por el amor y la dedicación de sus maestras, que les ayudaban a descubrir todo su potencial y a ser la mejor versión de sí mismos.
La moraleja de esta historia es que en la vida es importante rodearse de personas que nos inspiren a ser mejores, como las maestras del colegio García Lorca. Con amor, dedicación y paciencia, podemos alcanzar nuestras metas y brillar como estrellas. Cada uno de nosotros tiene un talento especial que debemos cultivar y compartir con el mundo, al igual que los niños del colegio descubrieron su creatividad, curiosidad y amistad en un entorno lleno de magia y aprendizaje. Así, aprendemos que juntos podemos crecer, aprender y alcanzar nuestras metas, siempre recordando que la verdadera belleza radica en ser auténticos y valorar las cualidades únicas que nos hacen brillar con luz propia. ¡Sé siempre tú mismo y deja que tu luz ilumine el camino de los demás!