En un lejano planeta llamado Griselia, todos sus habitantes eran de un tono gris apagado. Sus días transcurrían sin emoción, pues nunca se habían preguntado qué había más allá de su mundo monótono. Sin embargo, una niña de ojos azules y pelo largo y rubio, llamada Lila, llegó de un lugar lleno de colores y risas. Su presencia iluminó el ambiente, y los habitantes comenzaron a notar un pequeño destello de luz en su interior.
Un día, mientras Lila exploraba un bosque de árboles plateados, se encontró con un joven gris llamado Tilo. A diferencia de los demás, Tilo tenía un brillo especial en sus ojos. Se acercó a Lila y le preguntó: «¿Por qué tienes esa alegría en tu mirada? ¿Qué es la felicidad?» Lila sonrió y le habló de la curiosidad, de cómo hacer preguntas y descubrir cosas nuevas podía llenar el corazón de luz.
Intrigado, Tilo decidió seguir a Lila. Juntos viajaron por montañas de cristal, ríos de colores y praderas llenas de flores brillantes. A medida que exploraban, Tilo se dio cuenta de que cada respuesta que encontraba abría la puerta a nuevas preguntas. Con cada descubrimiento, su mundo gris comenzaba a transformarse: las flores se volvían más vibrantes, el cielo se llenaba de matices y los habitantes de Griselia empezaron a sonreír.
Al final de su aventura, Tilo comprendió que la curiosidad era la clave de la felicidad. Lila, con su brillo y entusiasmo, había encendido una chispa en su corazón. Juntos, regresaron a Griselia y compartieron su descubrimiento con los demás. Poco a poco, el planeta se llenó de colores y risas, convirtiéndose en un lugar donde la curiosidad florecía, y todos aprendieron que la felicidad se encuentra en cada pregunta que nos hacemos.
En el lejano planeta Griselia, los habitantes vivían en un mundo gris, sin saber que la felicidad se encontraba en la curiosidad y el deseo de descubrir. La llegada de Lila, con su alegría y colores, mostró a Tilo que hacer preguntas y explorar el mundo podía transformar su vida. Juntos, aprendieron que cada respuesta abre la puerta a nuevas preguntas, y que la curiosidad es el motor que impulsa la felicidad.
La moraleja de esta historia es que siempre debemos tener la curiosidad de aprender y explorar. Preguntar sobre el mundo que nos rodea nos ayuda a descubrir la belleza que hay en él y a encontrar la alegría en cada pequeño detalle. La felicidad no está en lo que conocemos, sino en lo que estamos dispuestos a descubrir. Así como Tilo y Lila, ¡no tengamos miedo de hacer preguntas y buscar nuevas aventuras! La vida está llena de colores esperando ser revelados, y cada uno de nosotros puede ser un faro de luz en la oscuridad si nos atrevemos a curiosear. Recuerda: cuando preguntas, abres la puerta a la felicidad.