Había una vez en un bosque encantado un oso llamado Glotón. Era un oso grande y peludo, con un estómago siempre rugiente. Un día, decidió organizar un banquete en su cueva y convidar a todos los animales del bosque. «¡Hoy habrá comida de sobra!», anunció con entusiasmo, mientras se relamía los labios.
Los animales, emocionados por la invitación, comenzaron a llegar. La ardilla trajo nueces, el conejo llevó zanahorias y el ciervo ofreció manzanas frescas. Todos estaban felices y compartían sus delicias mientras el oso Glotón preparaba su plato especial: un gran pastel de miel. Pero conforme avanzaba la fiesta, el oso no podía dejar de pensar en lo delicioso que sería comerlo todo.
Cuando llegó el momento de servir el pastel, Glotón se abalanzó sobre él. «¡Este es solo para mí!», exclamó, ignorando las miradas de sorpresa de sus amigos. Pero, para su sorpresa, el pastel era tan grande que no pudo terminarlo. Los animales, sintiéndose un poco decepcionados, decidieron ayudarle a comer. «Si compartimos, ¡podremos disfrutarlo todos juntos!», sugirió la ardilla.
Así, el oso Glotón aprendió que compartir la comida hace que todo sea más sabroso. Al final del banquete, todos los amigos se sintieron felices y satisfechos, y Glotón se dio cuenta de que la verdadera alegría estaba en disfrutar con los demás. Desde aquel día, siempre invitó a sus amigos a sus comidas, porque un festín compartido siempre sabe mejor.
La historia del oso Glotón nos enseña una valiosa lección: la verdadera alegría se encuentra en compartir. Al principio, Glotón pensaba que disfrutar de un banquete solo para él sería lo mejor, pero al intentar comer el pastel solo, se dio cuenta de que no podía terminarlo y que sus amigos se sentían decepcionados. Fue gracias a la sugerencia de la ardilla que comprendió que al compartir, todos podrían disfrutar juntos de la comida y de la compañía.
La moraleja es clara: compartir no solo hace que los momentos sean más dulces, sino que también fortalece la amistad. Cuando compartimos lo que tenemos, ya sea comida, tiempo o alegría, creamos lazos más fuertes con quienes nos rodean. La felicidad se multiplica cuando la vivimos en compañía. Así que, siempre que tengas algo bueno, recuerda que lo mejor es disfrutarlo con los demás. Al final, un festín compartido es un festín verdaderamente delicioso.