En un pequeño pueblo llamado Alegría, los niños y niñas siempre hablaban de sus sueños y deseos, pero un día descubrieron que no todos tenían los mismos derechos. Decidieron juntarse en la plaza principal para alzar sus voces y luchar por sus derechos. Con pancartas y consignas, demostraron que a pesar de ser pequeños, tenían grandes ideas y un enorme corazón.
Los adultos se sorprendieron al escuchar la valiente voz de los más pequeños, quienes exigían ser escuchados y respetados. Los niños y niñas de Alegría no se detuvieron y, con determinación, lograron que sus derechos fueran reconocidos y respetados por todos en la comunidad. La solidaridad y el apoyo mutuo se convirtieron en la fuerza que impulsó su lucha.
Gracias a la valentía y la perseverancia de los más pequeños, en Alegría se creó un espacio donde todos los niños y niñas podían expresarse libremente, jugar y aprender en un ambiente seguro y respetuoso. La voz de los más pequeños se convirtió en un ejemplo de la importancia de defender los derechos de todos los niños, niñas y adolescentes, recordando que, sin importar el tamaño, cada voz tiene el poder de hacer grandes cambios en el mundo.