Había una vez un niño llamado Martín, que siempre se sentía solo. Sus padres trabajaban mucho y apenas tenían tiempo para él. Un día, Martín discutió fuertemente con ellos porque no le compraron el juguete que tanto quería. Sus padres, tristes por su actitud, le pidieron que reflexionara sobre lo afortunado que era de tener una familia que lo quería, a pesar de las dificultades.
Martín, enojado y frustrado, decidió salir a caminar para despejar su mente. En el camino, se encontró con un anciano que vendía flores. El hombre le contó que cada flor representaba un momento importante y único en la vida, y que era importante valorarlos. Martín, conmovido por las palabras del anciano, decidió llevarle flores a sus padres como muestra de agradecimiento por todo lo que hacían por él.
Al regresar a casa, Martín se disculpó con sus padres y les entregó las flores. Sus padres, emocionados por su gesto, le explicaron que la comprensión y el agradecimiento son la base de una familia unida. Desde ese día, Martín aprendió a valorar cada momento con sus padres y a ser más comprensivo y agradecido. Juntos, descubrieron un camino de amor y comprensión que los unió más que nunca.