Había una vez en el cielo una hermosa fiesta conocida como «El baile de las estrellas», en la que todas las estrellas del universo se reunían para bailar y celebrar su luz y belleza. Cada noche, cuando caía la oscuridad, las estrellas comenzaban a brillar con más intensidad y se preparaban para el gran baile.
Entre todas las estrellas, había una muy especial llamada Estela, que era conocida por ser la mejor bailarina de todo el firmamento. Su brillo era tan intenso que iluminaba a todas las demás estrellas a su alrededor, y su gracia al bailar era simplemente única.
Estela estaba emocionada por el baile de esa noche, ya que había practicado durante días una nueva coreografía que quería compartir con sus amigos estelares. Se arregló con destellos de luz plateada y se dirigió al lugar de la fiesta, donde ya se escuchaba la música celestial que anunciaba el comienzo de la celebración.
Al llegar, Estela se reunió con sus amigos estrellas: Lucero, Centella y Fulgor, quienes estaban ansiosos por verla bailar. La música comenzó a sonar y Estela se movió con gracia por el firmamento, dejando a todos maravillados con su talento y belleza. Los demás astros se unieron a ella en el baile, formando figuras brillantes y armoniosas que iluminaban el cielo con su danza.
De repente, una estrella nueva llamada Destello se acercó tímidamente a Estela y le pidió que le enseñara a bailar. Estela, con su corazón radiante de bondad, aceptó encantada y comenzó a guiar a Destello en los movimientos de la danza estelar. Poco a poco, Destello fue ganando confianza y pronto se unió al baile con entusiasmo y alegría.
La noche transcurría entre risas, destellos y melodías celestiales, mientras las estrellas bailaban en perfecta armonía. Estela se sentía feliz de compartir su arte con Destello y verla brillar cada vez más con cada paso de baile. La nueva estrella había encontrado su lugar en el firmamento, rodeada de amigos que la apoyaban y guiaban en su camino.
Finalmente, al amanecer, la fiesta llegó a su fin y las estrellas se despidieron con abrazos de luz y promesas de volver a encontrarse en el próximo baile. Estela se despidió de Destello con una sonrisa resplandeciente y la certeza de que había encontrado en ella a una amiga para toda la eternidad.
Y así, en cada noche estrellada, las estrellas bailaban con alegría y amor, recordando siempre la magia del baile que las unía en un lazo de luz y amistad eterna en el inmenso universo.
La moraleja de este cuento es que la amistad y la generosidad pueden iluminar nuestro camino y hacer brillar a quienes nos rodean. Al igual que Estela guió a Destello en el baile, debemos estar dispuestos a ayudar y apoyar a los demás para que también puedan brillar con luz propia. La verdadera belleza radica en compartir nuestra luz con los demás y formar lazos de amistad que perduren en el tiempo. En este vasto universo, cada uno de nosotros tiene un papel importante en la vida de los demás, y al unirnos en armonía y solidaridad, podemos crear momentos mágicos que perdurarán por siempre en nuestros corazones. Nunca subestimes el poder de una sonrisa, un gesto amable o una mano tendida hacia aquellos que lo necesitan, porque en la oscuridad de la noche, la luz de la amistad es el faro que guía nuestro camino.