Hace muchos años, en un pequeño pueblo indígena de Perú, nació un niño llamado Gabriel. A los tres años, su familia decidió mudarse a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Gabriel creció entre edificios altos y ruidos constantes, pero siempre anhelando regresar a su lugar de origen. A los 13 años, finalmente volvieron al pueblo, y aunque al principio le costó adaptarse a la vida rural, poco a poco fue encontrando su lugar.
Un día, mientras exploraba el bosque cercano, Gabriel se topó con una casita de madera muy pequeña y mal hecha. Al entrar, sintió una extraña sensación de nostalgia y alegría al recordar que él mismo había ayudado a construirla con sus padres cuando era pequeño. Para su sorpresa, la casita estaba en perfectas condiciones, como si alguien la cuidara con esmero.
De repente, un ruido misterioso resonó afuera y Gabriel salió corriendo para investigar. Para su sorpresa, se encontró con un gallito de las rocas, una especie de ave muy colorida y escurridiza. El pájaro, que parecía reconocerlo, le contó que lo había estado esperando desde que se fue de niño, recordando cómo había crecido año tras año. Gabriel y el gallito se hicieron amigos inseparables, y juntos exploraron los secretos y maravillas del bosque.
Desde ese día, Gabriel decidió quedarse en su pueblo para siempre. La casita en el bosque se convirtió en su refugio secreto, donde compartía aventuras con su amigo alado. Descubrió que la naturaleza guardaba muchos misterios y que la amistad con el gallito le enseñaba nuevas lecciones cada día. Para Gabriel, aquel encuentro mágico marcó el comienzo de una vida llena de sorpresas y aprendizajes en el bosque que tanto amaba.