Ona y Berta eran dos amigas inseparables que compartían una pasión por el baloncesto. Cada tarde, se reunían en la cancha del parque para practicar y mejorar sus habilidades. Ona destacaba por su increíble precisión en los tiros de larga distancia, mientras que Berta sobresalía en la defensa y en el manejo del balón.
Juntas formaban un equipo imbatible, complementándose perfectamente en cada jugada. Los vecinos del barrio se maravillaban al verlas jugar, admirando su talento y dedicación. Ona y Berta sabían que el secreto de su éxito era la confianza y la complicidad que tenían en la cancha.
Con el tiempo, las dos amigas se convirtieron en referentes del baloncesto local, participando en torneos y ganando trofeos que llenaban de orgullo a su comunidad. Ona y Berta demostraron que con esfuerzo, trabajo en equipo y pasión, cualquier sueño era posible en la cancha de baloncesto.