Había una vez en el lejano reino de Fuegolia, un secreto muy especial guardado en lo más profundo del Reglamento de la Llama Eterna. Esta llama mágica, que ardía sin consumirse, era el tesoro más preciado de la Nación del Fuego. Todos en el reino sabían de su existencia, pero solo unos pocos elegidos conocían su verdadero secreto.
El joven Sasdre, un aprendiz de hechicero, siempre había sentido una curiosidad inmensa por descubrir el misterio detrás de la llama eterna. Decidió adentrarse en los antiguos historiales de la norma de fuego para desentrañar sus secretos. Tras días de investigación, encontró una pista que lo llevó a una cueva oculta en las montañas, donde se decía que residía la sabiduría ancestral de los magos del fuego.
Con valentía, Sasdre se adentró en la cueva y descubrió un antiguo pergamino que revelaba el verdadero poder de la llama eterna. Resultó que la llama no solo proporcionaba luz y calor, sino que también tenía el poder de sanar y proteger a todo el reino de Fuegolia. Emocionado por su hallazgo, Sasdre regresó al castillo y compartió el secreto con el rey y los habitantes del reino, quienes a partir de ese día, honraron y protegieron la llama eterna con mayor reverencia y gratitud.