Andra y el Misterio del Lago Brillante

Andra era una niña curiosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Cada verano, su familia visitaba el Lago Brillante, un lugar mágico donde el agua relucía como si estuviera llena de estrellas. Sin embargo, había un pequeño problema: Andra no sabía nadar. A pesar de esto, siempre se sentaba en la orilla, soñando con las aventuras que podrían ocurrir en el agua.

Un día, mientras jugaba con su amiga Lía, escucharon a unos patitos que hacían un alboroto cerca de unos juncos. Decidieron investigar y, al acercarse, descubrieron que uno de los patitos había caído en una parte profunda del lago. Andra sintió un nudo en el estómago, pero miró a su amiga y vio que también estaba preocupada. “¡Debemos ayudarlo!”, dijo Lía. Andra sabía que debía hacer algo, aunque tuviera miedo.

Con determinación, Andra se acercó al agua. Recordó que su abuelo siempre le decía que el lago era amable y que la naturaleza la protegería. Con un poco de ayuda de Lía, ambas se sentaron en la orilla y extendieron un palo largo hacia el patito. Después de varios intentos, lograron que el patito se aferrara al palo y, con un gran esfuerzo, lo sacaron del agua. El patito, agradecido, aleteó y dio vueltas alrededor de las niñas, como si estuviera celebrando su rescate.

Esa tarde, Andra se sintió más valiente. Aunque aún no sabía nadar, había descubierto que podía enfrentar sus miedos y ayudar a otros. Juntas, Lía y Andra prometieron aprender a nadar el próximo verano, para que, la próxima vez, pudieran disfrutar del Lago Brillante sin temor. Y así, entre risas y sueños, terminaron el día, con la promesa de nuevas aventuras en el horizonte.

Moraleja:

La historia de Andra nos enseña que el miedo no debe ser un obstáculo para hacer lo correcto. A veces, enfrentarse a lo que nos asusta puede llevarnos a descubrir nuestra valentía interior. Andra, aunque no sabía nadar, decidió ayudar a un patito en apuros y, con la ayuda de su amiga Lía, logró salvarlo. Esto no solo la hizo sentir más valiente, sino que también fortaleció su amistad y les dio un nuevo propósito: aprender a nadar juntas.

La moraleja es que, aunque a veces tengamos miedo, podemos encontrar la fuerza para ayudar a otros y superar nuestras limitaciones. Las experiencias que vivimos nos enseñan y nos preparan para el futuro. Así como Andra y Lía se comprometieron a aprender a nadar, también debemos comprometernos a enfrentar nuestros miedos y aprender nuevas habilidades. Recuerda que la valentía no es la ausencia de miedo, sino la decisión de actuar a pesar de él. Con amor y apoyo de amigos, podemos lograr cosas maravillosas y estar listos para nuevas aventuras. ¡Nunca dejes que el miedo te detenga!

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