Había una vez una niña llamada Clara, que no sentía amor por las letras. En la escuela, sus compañeros siempre decían que leer era divertido, pero a ella le habían dicho que no era buena en eso. Un día, mientras paseaba por la biblioteca, decidió entrar. Allí, entre estantes llenos de libros, descubrió una puerta pequeña y misteriosa. Con curiosidad, la abrió y, para su sorpresa, se encontró en un jardín mágico lleno de letras que danzaban en el aire.
Las letras eran juguetonas y llenas de vida. La «A» saltaba de un lado a otro, mientras que la «B» rodaba por el suelo. La «D» hacía piruetas y la «P» volaba como un pájaro. Clara, asombrada, se acercó a ellas. Las letras, al ver su interés, decidieron enseñarle sobre su mundo. Con cada paso que daba, Clara aprendía algo nuevo: la «Q» le mostró cómo formar palabras y la «A» le enseñó a pronunciar sonidos divertidos.
A medida que jugaba con sus nuevas amigas, Clara comenzó a entender que las letras no eran enemigas, sino aliadas que le abrirían las puertas a historias asombrosas. Las letras la llevaron a un rincón del jardín donde los libros contaban cuentos de aventuras, magia y amistad. Clara se dio cuenta de que, si las letras podían ser tan divertidas, quizás leer también lo sería.
Al caer la tarde, Clara supo que era hora de regresar a casa. Prometió a sus amigas que volvería al jardín mágico. Esa noche, antes de dormir, se sentó con su cuaderno y lápiz, y se dedicó a aprender todas las letras. Desde entonces, cada vez que abría un libro, recordaba a sus amigas y las aventuras que vivió en el Jardín Mágico de las Letras. ¡Y así, Clara se convirtió en una gran lectora!
La historia de Clara nos enseña que a veces, lo que creemos que no nos gusta puede sorprendernos de maneras inesperadas. Al principio, Clara pensaba que las letras eran aburridas y difíciles, pero al abrir la puerta al jardín mágico, descubrió que eran divertidas y llenas de vida. Esto nos muestra que, si nos atrevemos a explorar y a ser curiosos, podemos encontrar alegría en cosas que antes considerábamos desagradables.
La moraleja es que nunca debemos rendirnos ante nuestros miedos o prejuicios. Al igual que Clara, todos podemos aprender a amar aquello que inicialmente nos parece complicado o aburrido. A veces, solo necesitamos un poco de curiosidad y una oportunidad para ver el mundo desde una nueva perspectiva. Cada letra, cada palabra, tiene una historia que contar y un mundo por descubrir. Así que, cuando sientas que algo no es para ti, recuerda que puede haber magia esperando a ser descubierta. ¡Atrévete a explorar y verás cómo las letras pueden abrirte las puertas a aventuras maravillosas!