Había una vez un pequeño dragón llamado Lila que vivía en un bosque encantado, lleno de flores de colores y árboles que susurraban secretos. Un día, mientras jugaba con sus amigos, Lila se miró en un charco y se dio cuenta de que su cuerpo había cambiado. Sus escamas, que antes eran de un hermoso verde brillante, ahora eran de un tono gris apagado. Asustada, pensó que había perdido su magia y que nunca volvería a ser la misma.
Triste y confundida, Lila se alejó de sus amigos y decidió explorar una cueva en la montaña. Allí encontró a una anciana tortuga llamada Tula, que parecía muy sabia. Al contarle su problema, Tula sonrió y dijo: “Querida Lila, a veces los cambios son parte de nuestro viaje. No siempre podemos ver la belleza en nosotros mismos, pero eso no significa que no la tengamos”. Con esas palabras, Lila sintió una chispa de esperanza en su corazón.
Decidida a entender su nueva apariencia, Lila se miró de nuevo en el charco. Esta vez, notó cómo su nuevo color gris destellaba bajo la luz del sol, creando sombras danzantes en el agua. Empezó a jugar con su reflejo, haciendo piruetas y saltos, y se dio cuenta de que su cuerpo, aunque diferente, era igual de divertido y ágil. Con cada movimiento, se sentía más ligera y feliz.
Al regresar al bosque, Lila encontró a sus amigos esperándola. Con una gran sonrisa, les mostró su nuevo brillo. Los demás dragones, al ver su alegría, también comenzaron a aceptar sus propios cambios. Desde aquel día, Lila aprendió que la verdadera belleza no estaba solo en el color de sus escamas, sino en la amistad y la aceptación de uno mismo. Y así, en el bosque encantado, todos los dragones aprendieron a celebrar sus transformaciones, convirtiendo su apariencia en una fuente de alegría y amor.
La historia de Lila nos enseña que los cambios son parte de la vida y pueden ser hermosos si aprendemos a aceptarlos. A veces, podemos sentirnos inseguros o tristes cuando algo en nosotros cambia, como el color de las escamas de Lila. Pero lo importante es recordar que nuestra esencia y nuestra alegría no dependen de cómo nos vemos por fuera.
La verdadera belleza radica en cómo nos sentimos y en las conexiones que creamos con los demás. Cuando Lila se miró en el charco y aceptó su nuevo color, no solo encontró alegría en su propia transformación, sino que inspiró a sus amigos a hacer lo mismo.
Al final, todos los dragones del bosque aprendieron que cada cambio trae consigo nuevas oportunidades para brillar y ser felices. Así que, siempre que enfrentes un cambio, recuerda que eres único y valioso tal como eres. Celebra tu propia magia y la de los demás, porque la amistad y la aceptación son los mayores tesoros que podemos compartir. ¡Nunca olvides que lo más importante es ser tú mismo!