Había una vez una niña llamada Emma que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Cada noche, cuando cerraba los ojos, viajaba a un lugar mágico donde los árboles eran de caramelo y las flores cantaban. En ese mundo, siempre encontraba a su amigo Dino, un dinosaurio amistoso con escamas de colores brillantes y una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.
Un día, mientras exploraban un bosque de chicles, Emma y Dino se encontraron con un río que brillaba como estrellas. “¡Vamos a cruzarlo!”, dijo Emma con entusiasmo. Dino, con su gran corazón, creó una pasarela de hojas flotantes para que pudieran atravesar el río sin mojarse. Al llegar al otro lado, descubrieron un jardín lleno de criaturas fantásticas que nunca habían visto. Había mariposas con alas de arcoíris y pequeños dragones que soplaban burbujas de colores.
Mientras exploraban, escucharon un llanto suave. Siguiendo el sonido, encontraron a un pequeño dragón atrapado en un arbusto. “¡Ayuda, por favor!”, decía el dragón. Emma y Dino, sin dudarlo, se acercaron y con mucho cuidado, liberaron al dragón. “¡Gracias! Soy Sparky, y tengo un regalo para ustedes”, exclamó el dragón emocionado. Con un suave movimiento de su cola, hizo que aparecieran tres pequeñas esferas de luz que danzaban en el aire.
Emma y Dino sonrieron al ver que las esferas giraban a su alrededor, llenando el aire con risas y música. “¡Es un hechizo de amistad!”, explicó Sparky. Desde aquel día, Emma y Dino supieron que siempre llevarían en su corazón la magia de la amistad. Al despertar en su cama, Emma sonrió, ya soñando con sus próximas aventuras en el Reino Mágico junto a su querido amigo Dino.
Moraleja:
La historia de Emma y Dino nos enseña que la verdadera magia reside en la amistad y en ayudar a los demás. A veces, el mundo puede parecer lleno de maravillas y colores, como el jardín que descubrieron, pero lo más valioso de todas esas aventuras es el vínculo que creamos con quienes nos rodean. Cuando Emma y Dino se encontraron con Sparky, el pequeño dragón, no dudaron en ofrecer su ayuda, y eso les trajo una recompensa aún mayor: un hechizo de amistad que iluminó sus corazones.
La lección que aprendemos es que ser amables y solidarios con los demás puede abrir puertas a nuevas amistades y experiencias mágicas. Así que, siempre que encuentres a alguien en apuros, recuerda que un simple acto de bondad puede transformar no solo su día, sino también el tuyo. La amistad es un regalo que se multiplica cuando lo compartimos, y juntos podemos hacer de este mundo un lugar lleno de luz y alegría. ¡Nunca subestimes el poder de un buen amigo y el valor de ayudar a quien lo necesita!