**Las Estrellas de Jorge: Un Viaje Más Allá de la Tierra**
Había una vez un niño llamado Jorge, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Desde muy temprano, Jorge mostraba un gran amor por las estrellas. Cada noche, se asomaba por la ventana de su habitación, maravillándose con los destellos de luz que adornaban el cielo.
Una noche, mientras contemplaba el firmamento, Jorge vio algo inusual. Una estrella más brillante que las demás parecía parpadear y llamar su atención. «¡Quiero saber más sobre ti!», exclamó Jorge. Decidido, se acostó en su cama y cerró los ojos, deseando con todas sus fuerzas poder viajar al espacio.
Al abrir los ojos, se encontró en una nave espacial brillante y colorida. «¡Hola, Jorge!», dijo una voz suave. Era una pequeña estrella, con una sonrisa radiante. «Soy Luma, tu guía en este viaje. ¿Estás listo para explorar el universo?»
Jorge estaba tan emocionado que asintió con la cabeza. La nave despegó, dejando atrás su hogar. Volaron a través de nubes de colores y planetas de formas extrañas. Cada nuevo destino traía consigo sorpresas.
Primero, llegaron a un planeta lleno de flores gigantes que cantaban al viento. «¡Bienvenidos a Floralia!», dijo Luma. Jorge se unió a las flores, riendo y bailando mientras ellas le enseñaban a crear música con sus pétalos.
Luego, viajaron a un planeta helado llamado Glaciara. Allí, Jorge deslizó por toboganes de hielo y construyó un muñeco de nieve que cobró vida y le hizo bromas. «¡Eres el mejor, Jorge!», le decía el muñeco, haciéndolo reír a carcajadas.
Después, la nave los llevó a un mundo cubierto de dulces, donde ríos de chocolate y montañas de golosinas hacían que Jorge se sintiera en un sueño. «¡Pruébalos!», le gritó Luma. Jorge saboreó caramelos y galletas que nunca había probado, disfrutando de cada bocado.
Pero no todo era diversión. En su camino, se encontraron con un asteroide solitario. «Este asteroide está triste porque no tiene amigos», explicó Luma. Jorge decidió ayudar. Con su amabilidad, hizo que el asteroide sonriera, invitándole a unirse a sus aventuras. «¡Ahora somos un equipo!», dijo el asteroide emocionado.
Finalmente, después de muchas aventuras, llegó el momento de regresar a casa. Jorge se despidió de sus nuevos amigos, prometiendo volver algún día. Al entrar en su habitación, sintió que algo había cambiado en su corazón. Había aprendido que la amistad y la alegría estaban en todas partes, incluso en lugares inesperados.
Desde entonces, cada noche, Jorge miraba las estrellas con una nueva luz en sus ojos. Sabía que, aunque estaba en la Tierra, siempre había un pequeño trozo de su espíritu aventurero viajando por el espacio, junto a Luma y sus amigos.
Y así, Jorge siguió soñando, porque en cada estrella, había una historia esperando ser contada. Fin.
**Moraleja:**
El viaje de Jorge nos enseña que la curiosidad y la amabilidad pueden abrir puertas a aventuras maravillosas. Al mirar las estrellas, Jorge descubrió que el universo está lleno de sorpresas y amistades inesperadas. La verdadera riqueza de la vida no se encuentra solo en la diversión, sino también en la capacidad de ayudar a los demás y crear lazos de amistad. Cuando Jorge se encontró con el asteroide triste, decidió compartir su alegría y su compañía, lo que transformó la soledad en felicidad.
Así, aprendemos que cada pequeño gesto de amabilidad puede iluminar la vida de alguien más, y que los amigos, sin importar de dónde vengan, hacen que nuestras aventuras sean aún más especiales. Nunca dejemos de soñar y explorar, porque cada estrella en el cielo guarda una historia y la oportunidad de crear nuevas amistades. Recuerda siempre que, aunque estés en casa, tu espíritu aventurero puede llevarte a lugares insospechados. ¡Atrévete a soñar y a compartir tu luz con el mundo!