Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de bosques verdes y frondosos, una bruja llamada Candelaria. A pesar de que todos la llamaban “la bruja”, Candelaria era muy buena y siempre ayudaba a los habitantes del lugar. Tenía un gran caldero donde hervía pociones mágicas, y sus mejillas sonrojadas reflejaban su bondad. Sin embargo, había un misterio que todos comentaban a sus espaldas: una sombra encantada que aparecía cada noche en su ventana.
Una tarde, un grupo de niños curiosos decidió investigar. “¿Qué será esa sombra?”, se preguntaban, intrigados. Con linternas en mano y corazones valientes, se acercaron a la casa de Candelaria. Al llegar, vieron que la sombra danzaba alegremente, como si estuviera jugando. Los niños, llenos de valentía, decidieron llamar a la puerta.
—¡Candelaria! —gritaron—, ¿podemos entrar? ¡Queremos saber qué es esa sombra! La puerta se abrió con un chirrido y, para su sorpresa, la bruja les sonrió con amabilidad. —¡Claro, pequeños! —dijo—. Esa sombra es mi amigo, el espíritu de un viejo árbol que vivía aquí antes que yo. Se siente solo y viene a visitar a los que tienen un buen corazón.
Los niños se sintieron aliviados y, juntos, invitaron al espíritu a jugar. Desde entonces, cada noche, la sombra encantada se unía a ellos en sus aventuras. Así, aprendieron que no todo lo que parece misterioso es algo malo, y que la amistad puede encontrarse en los lugares más inesperados. Candelaria, con su magia y su calidez, se convirtió en su mejor aliada, y juntos vivieron muchas historias llenas de risas y sorpresas.
Moraleja:
A veces, lo desconocido nos asusta, y tendemos a juzgar lo que no entendemos. En nuestra historia, los niños creyeron que la sombra de Candelaria era algo aterrador, cuando en realidad era un símbolo de amistad y alegría. Al acercarse con valentía y curiosidad, descubrieron que lo que parecía misterioso podía ser hermoso y lleno de vida.
La bondad de Candelaria y su conexión con el espíritu del árbol nos enseñan que no debemos temer a lo diferente. La amistad puede surgir en los lugares más inesperados, y la verdadera magia está en abrir nuestro corazón a los demás.
Si aprendemos a mirar más allá de las apariencias, descubriremos que detrás de cada sombra puede haber una historia que nos haga sonreír. No olvidemos que, como los niños, debemos ser valientes, curiosos y acogedores, porque la vida está llena de sorpresas que nos invitan a ser amigos de lo desconocido. Así, crearemos un mundo donde todos, incluso lo que parece extraño, puede ser parte de nuestras aventuras. ¡La amistad y el amor son las verdaderas fuerzas que iluminan la oscuridad!