Había una vez una niña llamada Lara, que perdió a su mamá cuando tenía solo nueve años. Desde ese día, su corazón se congeló y las lágrimas se convirtieron en su compañía constante. Su papá, preocupado por verla tan triste, intentaba alegrarla con cosas que solían hacer juntos, pero nada parecía tocar el corazón de hielo de Lara. Con el paso de los años, la niña se volvió cada vez más fría, hasta llegar a los catorce años sin mostrar emoción alguna.
Un día, cansada de la situación en casa, Lara decidió escaparse. Caminó sin rumbo fijo, hasta que se detuvo en un claro del bosque. De repente, algo llamó su atención: una luz brillante que parecía provenir de una cueva. Intrigada, se acercó lentamente y descubrió algo maravilloso en su interior. Una familia de pajaritos estaba perdida y asustada, y Lara, a pesar de su corazón helado, sintió una chispa de compasión.
Sin dudarlo, la niña fría tomó a los pajaritos en sus manos y los llevó de vuelta a su nido, protegiéndolos con ternura. En ese momento, algo cambió en su interior. Por primera vez en mucho tiempo, Lara sintió una emoción cálida y reconfortante en su corazón. Comprendió que, a pesar de las pérdidas y el dolor, aún había luz y amor en el mundo esperando ser descubiertos. Y así, con una sonrisa en el rostro, decidió regresar a casa para compartir su nueva luz con su papá.